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Es tan difícil aislarse de ellos, que siempre hay algunos que acaban viajando a bordo de los vehículos espaciales.
En el espacio interplanetario, al contraer una infección peligrosa, los astronautas de camino a Marte, o regresando de él, podrían toparse con un peligro mayor que los existentes en el Planeta Rojo. Y no solo por la obvia imposibilidad de un regreso rápido a la Tierra, sino también por la inquietante ventaja que en un ambiente de ingravidez bastantes microbios tienen frente a los humanos.
La ingravidez, o microgravedad, debilita en diversos aspectos al sistema inmunitario del Ser Humano y de otros seres, mientras que en algunos microorganismos patógenos incrementa la virulencia así como la resistencia a fármacos antimicrobianos. Incluso los estornudos se vuelven mucho más peligrosos en ingravidez. Sin la atracción gravitatoria que tarde o temprano hace caer lo expulsado, estas materias portando gérmenes siguen flotando, y no son retiradas del aire hasta que se adhieren a alguna superficie o quedan atrapadas en los filtros de aire del sistema de depuración. Hasta que eso sucede, las probabilidades de que otro astronauta las inhale son mucho más elevadas que en la Tierra.
Las estadísticas de la NASA muestran que de entre 742 tripulantes de 106 vuelos del transbordador espacial, solo hubo 29 casos de enfermedades infecciosas. No parece mucho, pero la larga duración que tendría un viaje tripulado a Marte haría de este una misión espacial sin precedentes. Algunos expertos consideran incluso que no está claro si un viaje tan largo introducirá un riesgo de infección superior al que podría extrapolarse a partir de misiones más cortas.
Muchas superficies en el interior de una nave espacial pueden contaminarse, actuando como reservorios de gérmenes que se pueden diseminar en este singular entorno. En el ambiente cerrado de una nave espacial es poco adecuado usar desinfectantes clínicos y otros productos de limpieza porque pueden emitir vapores peligrosos, de modo que no resulta fácil mantener a raya a los microbios.
Una caja de Petri albergando colonias de hongos provenientes de la Estación Espacial Internacional. (Foto: NASA JPL / Caltech)
En definitiva, en un vuelo espacial prolongado, las condiciones del ambiente ingrávido y aislado podrían dar a microbios infecciosos una ventaja peligrosa en su lucha contra los humanos.
Esto podría evitarse si los astronautas y sus naves están preparados adecuadamente.
Aquí es donde entran investigaciones como la que realizó el Dr. Leonard Mermel, experto en enfermedades infecciosas de la Universidad Brown, en Providence, Rhode Island, Estados Unidos, y del Hospital de Rhode Island. Mermel comenzó a investigar la incidencia de enfermedades infecciosas en los vuelos espaciales cuando fue invitado a hablar en un simposio celebrado en el Centro Espacial Johnson de la NASA en abril de 2011.
El Dr. Mermel analizó a fondo los resultados de numerosos estudios sobre el tema y a raíz de su investigación se emitieron algunas recomendaciones sobre cómo combatir la amenaza de los microbios durante vuelos tripulados interplanetarios.
En el contexto de vuelos espaciales prolongados, incluidos viajes a Marte, la mejor estrategia podría ser reforzar los ya robustos métodos de prevención que la NASA tiene. Muchas de las ideas de Mermel se centran por tanto en preparar y equipar a los astronautas y sus naves para evitar que los microbios lleguen a bordo, y en caso de no lograr evitarlo, mantenerlos tan inmovilizados e inactivos como sea posible.
Entre las medidas actuales que ya tiene asumidas la NASA, figuran las que mencionamos a continuación. Vacunar a los astronautas contra diversas enfermedades, incluyendo la gripe (influenza). Ejercer una meticulosa vigilancia al respecto de otras dolencias. Esterilizar al máximo los comestibles embarcados a bordo. Poner a disposición de los astronautas mascarillas sanitarias, e incluso, de ser necesario, máscaras antigás, además de paños especiales para desinfección, que actúen solo sobre las superficies, sin esparcir productos químicos por el aire. Y, por supuesto, llevar a bordo infinidad de medicamentos contra microorganismos.
Como ningún germen subirá a la nave después de salir de la Tierra (suponiendo que no se traiga alguno de Marte), reforzar las operaciones contra los microbios antes del despegue en la Tierra es una política muy buena.
Un uso extensivo de filtros HEPA también sería importante.
Otra medida aconsejable sería desarrollar un "maletín de médico" para usar fuera de la Tierra. Se trataría de un conjunto de instrumentos, diseñados para pesar lo menos posible y consumir muy poca energía, para diagnosticar infecciones.
Pese a que todas estas medidas otorgan una seguridad médica mucho mayor a una misión tripulada a Marte, todavía hay seis cuestiones médicas importantes que merecen una atención especial y sobre las que convendría investigar más. Una de ellas es que el grado de esterilización óptimo de la comida para asegurar que los microbios nocivos son virtualmente erradicados implica también destruir a microbios beneficiosos. No es problema seguir una dieta así durante un periodo corto de tiempo, pero habrá que ver qué pasa cuando el periodo es de no menos de dos años. Otras de las cuestiones pendientes de ser resueltas se refieren a ¿cuál es el mejor recubrimiento antimicrobiano para las superficies de las naves espaciales?, ¿cuál es el desinfectante de manos más conveniente para su uso en el espacio?, ¿de qué pruebas médicas para diagnósticos hay que llevar su equipamiento a bordo, y ¿por qué exactamente en el espacio la respuesta inmunitaria decae y la virulencia microbiana se incrementa? (NCyT)