Ampliar
Diecisiete años y seis meses tuvo que esperar el pueblo de Bojayá para empezar a hacer el duelo. Para las víctimas mortales de la masacre de este poblado chocoano, ocurrida el 2 de mayo de 2002, el descanso no ha llegado. No hasta que no se le hagan los rituales y se les canten los alabaos, los romances y los chigualos por parte de su comunidad afro. Sus familiares tampoco han descansado. Pero desde ayer inició el camino que permitirá, por fin, decir que los que murieron ese día han sido apropiadamente enterrados.
Este lunes salieron desde Medellín, en un helicóptero de Naciones Unidas, un total de 99 cofres que contenían los cuerpos de 72 víctimas plenamente identificados, otros sin identificar y algunos otros como símbolo de los niños que no pudieron nacer, pues ese día murieron mujeres embarazadas. Los cofres, con ayuda de pangas, llegaron a Vigía del Fuerte, un municipio antioqueño al frente de Bojayá, al otro lado del río. (EE)